No podemos imponer nuestra libertad aunque ésta sea un refugio para nosotros.
Hoy el mundo es caos, no importa dónde miremos. Padre e hija escapan del mundo aunque nunca
se puede escapar del todo. Buscando organizar la vida la burocracia y sus trámites invaden la
tranquilidad imponiendo reglas que antes no hubieran existido.
La vida en el bosque es más simple. El mundo es todo un sistema aparte que nada tiene que ver
con buscar alimento y sentarse alrededor del fuego.
¿Pero qué hay más allá?
El miedo a volver, a reencontrarse con lo humano. Es evidente que al avanzar la historia, el padre
siente crecer dentro de sí una depresión y una decepción por el mundo. Empujado por estos
sentimientos cree conocer a su hija y comparte su visión de la libertad con ella.
Pero, aunque envidiable, no sólo hay libertad en el bosque y la soledad. Hay libertad en el
encuentro con los otros. Hay libertad cuando el mundo es una experiencia auténtica.
La libertad del padre es, en cierta forma, la prisión de la hija. En esta comunicación que entre ellos
existe hay terribles secretos, los cuales no detonan como esperaríamos en una cinta de drama,
sino que, brillantemente, sostienen el conflicto a lo largo de la historia.
Con sólo algunos elementos, Leave No Trace (Debra Granik, 2018) configura una relación padre-
hija de tal profundidad que poco o nada requiere de efectismos. La historia, con su ritmo pausado
y la exploración psicológica que desarrolla, funciona y consigue mostrarnos una segunda libertad:
la de ella.
Libertad cristalizada en el mundo y en el contacto con éste. Libertad que ha de separarla para
siempre del padre, pero que es inevitable para el espíritu.
Cabe destacar la interpretación de Thomasin McKenzie en el papel de la hija, quien logra crear un
retrato convincente y cuyo personaje atraviesa una curva dramática digna de recordarse.
MIRA EL TRÁILER AQUÍ:
AUTOR: MIGUEL SANDOVAL
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