Mientras pensaba el tema del cual escribir esta semana sonaba en el aleatorio Three Souls In My Mind con su disco homónimo de 1971, si bien yo nací en la década de los noventa, creo que estamos de acuerdo que la música es atemporal, buscamos cual rata de biblioteca entre manuscritos lo que mejor, -o peor, según sea la cuestión- nos haga sentir. En mi caso son las melodías estruendosas, llenas de riffs, las que hacen que mi corazón se acelere y sienta el clásico hormigueo estomacal.
La rola que paró esta catarsis que me hubiera llevado a divagar por horas, fue la canción no tan popular “nuestros impuestos”, recordé lo reaccionario que era la banda liderada por Alejandro Lora, y me dije “¿por qué no hablar del Festival de Avándaro y su lado oscuro?” Y no me refiero a los desplegados de los periódicos un día después del festival que hablaban de la desnudez, la marihuana y la masividad del rock and roll.
Ejemplo, “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre”, se leía en la mayoría de los periódicos el 13 de septiembre de 1971. El rock y Ruedas de Avándaro, catalogado como el abuelo de los festivales masivos en México, impulsó al rock nacional hasta las nubes, se demostró el poder de convocatoria que tenía el género, ya que se dieron cita más de 300,000 jóvenes, según la prensa. Como todos sabemos eso desbordó los cálculos de los organizadores, todo parecía que el rock and roll había germinado en México. Cruel realidad, vinieron más de diez años de represión, de auto-cesura y de la partición de una industria, digamos maligna por decir poco, ya que mientras los que supieron alienarse salían en Telesistema Mexicano o grababan en CBS Columbia, en comparación con los que tocaban en viejos cines, fábricas y bodegas abandonadas y grababan en la sala de la abuela.
Según el politólogo Gustavo Esteva la sociedad de masas está basada “en la homogeneización de las necesidades de los individuos”, por lo tanto, “el mercado sólo podría existir a partir de una homogenización básica: producir para el mercado implicaba hacerlo para un sujeto abstracto, indiferenciado, para una colección de individuos y no para individuos concretos”. Aunado a esto, la comunicación masiva ha tenido un papel fundamental para la conformación de estereotipos, “el individuo ideal” para el sistema, incluido a los individuos que luchan contra él.
La ordenación de individuos masificados e indiferenciados, juntos con un sistema de comunicación masiva dio como resultado la conformación de estereotipos identificables. Esta situación fue aprovechada -o incluso impulsada- por el gobierno mexicano. Esto adecuado dentro del discurso gubernamental que pregonaba a los cuatro vientos una peroración de modernización.
Theodore Adorno postuló “ninguna obra de arte comunica unívocamente y por sí sola su verdadero contenido. Éste es más bien complejo y se va desarrollando sólo a lo largo de un proceso histórico”. Lanzó la pregunta ¿quién comenzó la organización del Festival de Rock y Ruedas en Avándaro en 1971? Telesistema Mexicano, -ahora conocido como Televisa- junto con Coca Cola, esto a través de individuos provenientes de familias acomodadas y vinculadas a la conformación de estereotipos en los medios de comunicación masiva, Justino Compeán, Luis de Llano, Eduardo López Negrete y Alfonso López Negrete.
Se abre el panorama, ¿acaso Avándaro uno de los símbolos de la rebeldía del rock mexicano fue planeado con antelación con miras al desprestigio social de un grupo social en específico, esto orquestado desde las élites gobernantes? ¿Es una reacción o una implementación la bifurcación del rock en “rock de televisión” y “rock de hoyos funky”? Preguntas complejas de contestar sin caer en la paranoia o en teorías de conspiratorias.
Continuaremos con esto la próxima semana, espero sus comentarios, críticas o roncerías. Desde mi escritura parasitaria, cierro con el comentario del vocero oficial del sistema de los años setenta, Jacobo Zabludowsky:
Sería ingenuo pensar que tantos muchachos fueron a Avándaro a buscar a los culpables de 1968 o a cazar halcones. No fueron a eso, porque los jóvenes no son tontos, y si de cazar halcones se trata, no habrían hecho tan largo viaje hasta Avándaro, bajo la lluvia, a pie, padeciendo molestias. No fueron a buscar allá a los culpables, pero fueron empujados por ellos, porque los jóvenes, los jóvenes estudiantes, los jóvenes obreros, los jóvenes artesanos, los jóvenes músicos, los jóvenes empleados, los jóvenes aprendices, los jóvenes choferes, todos los jóvenes que fueron, fueron a buscar algo más importante que un halcón: buscaban algo en qué creer.
Este texto me ha parecido interesante. Muy bien en cuanto a que las necesidades se colectivizan y en cuanto a que el sujeto como individuo desaparece...
Quizás Avándaro tenía un espíritu afanoso de libertad en tiempos de censura, pero queda claro que todo termina convirtiéndose en negocio (o que todo tiene el potencial de serlo desde el principio).
Habría que preguntarnos cómo sería un festival de esta clase en nuestros días.