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Chungking Express (1994): amor Kar Wai.

El de Wong Kar Wai es un amor silencioso. Un amor que se manifiesta a través de actos y a través de miradas que hablan.

Sus personajes sufren la distancia y la despedida. Tienen el corazón roto. A veces, el encuentro con una mujer, con una femme fatale, es un encuentro inocente: un barco en el cual refugiarse de un mar de lágrimas que no se ve, pero que se siente venir. A veces, lo es un encuentro con una mujer tímida y dulce, pero que guarda una voluntad enorme y una felicidad secreta.


Las calles de Hong Kong son el escenario de dos historias. En la primera, el oficial de policía 223 llega a un bar. Ahí, ve a una mujer solitaria, a la que decide acompañar el resto de la noche. Cada día, desde el 1 de abril, compra una lata de piña que caduque el 1 de mayo. Si en ese tiempo su exnovia no lo busca, sabrá que no hay nada que hacer: el amor también tiene fecha de caducidad. En la segunda de las historias, el oficial de policía 663 vive solo, esperando cada día que su exnovia abra la puerta, o, que, al llegar cada tarde después del trabajo, esté escondida, preparada para sorprenderlo. Mientras tanto, algo ocurre: alguien entra sin su permiso y empieza a cambiar las cosas viejas por cosas nuevas. Hay que cambiar y dejar atrás lo que no nos deja seguir.

Los personajes de Wong Kar Wai no aman con desgana. Aman con el cuerpo y con la piel; aman en cada rincón de la casa y en las latas de piña o con los objetos cotidianos rodeándoles: cuando ellos no lloran, los objetos sí.


Chungking Express no es un filme sobre el amor dramático que se desgarra a sí mismo. Todo lo contrario. Lo que los amantes no expresan, lo dicen al espectador en una suerte de monólogo interno. Aquí, la fórmula chico conoce chica se transforma y toma lugar una casualidad que no cede. Casualidad que parece infranqueable, a pesar de los esfuerzos por superarla y así atravesar el umbral de la simple coincidencia.

Los amantes nunca tocan sus labios ni se abrazan. Se mantienen lejos, como si algo les impidiera estar juntos. Sin embargo, son pacientes y admiten una forma del afecto poética que envuelve todo en una atmósfera irrepetible. Wong Kar Wai crea esta sensación desde el montaje, pasando por la piel tersa y cálida de sus histriones, hasta el uso de una música, más allá del género, que acompaña a la historia rompiendo con las barreras culturales.

Este amor que se antoja imposible, recordará a más de uno al amor imposible de la nouvelle vague, con personajes que buscándose no se encuentran o que buscándose se encuentran demasiado tarde. Empero, el referente más exacto es Alain Resnais y Hiroshima, Mon Amour (1959): una película sobre dos amantes que perdieron el amor en la guerra y que, tratando de recuperarlo, asumen otras identidades durante unos minutos. Él es ahora el amante perdido de ella. Ella, la amante perdida de él. En Hiroshima, Mon Amour, Wong Kar Wai halla una de sus fuentes de inspiración: la del amor compartido pero autosilenciado. La fuente del amor, en la que encuentro y desencuentro son dos esencias accidentalmente reunidas, lo que provoca sólo el contacto sutil.


Si bien otras obras de Wong Kar Wai, como In The Mood For Love (2000), ejemplifican de mejor manera lo anteriormente dicho, he elegido hablar de Chungking Express ya que me trae una emoción nostálgica: la de ver a Faye Wong ordenando la casa del Oficial de policía 663, porque, finalmente, la casa es el reflejo de lo que uno soporta. Ya sea al ritmo de California Dreamin' o de una versión cantonesa de Dreams (de The Cramberries), estas secuencias describen por sí mismas el amor del que hemos hablado. Un amor paciente pero profundo. Un amor en el que los actos lo manifiestan todo.

Es brillante lo que el director logra con una firma auténtica. Con movimientos de una cámara que parece tener vida y que a veces apunta a los espejos para reflejar los momentos felices del pasado. Es brillante cómo la misma cámara sigue a sus personajes muy de cerca sin alterar la ficción y cómo todo, en suma, afirma el esfuerzo de una obra que pareciera formar parte de un universo personal y preciso. El universo Kar Wai: el universo del amor incomprendido, del amor que no se corresponde, del amor imposible. Pero del amor, tan bello como puede ser, al fin y al cabo.


AUTOR: Miguel Sandoval

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