La depresión y la ansiedad se conocen como padecimientos de la psique que alteran la percepción de la realidad en quienes sufren sus terribles efectos. Los estándares de normalidad de la sociedad moderna, fluctúan entre el escepticismo y una tendencia que romantiza en los medios de comunicación el diagnóstico psiquiátrico y la vida de los pacientes.
Lars von Trier crea en Melancholia (2011) una pieza de arte de ciencia ficción, para retratar fielmente (o personificar) la depresión y la ansiedad como dos trastornos en ocasiones estigmatizados, en ocasiones incomprendidos y casi siempre pasados por alto.
La primera parte de Melancholia, titulada Justine, narra los eventos de la boda celebrada entre Justine y Michael: la discusión entre los padres de Justine a la mesa con los invitados presentes. La renuncia de Justine a su empleo tras un intercambio de palabras con su jefe (que también hiciera del padrino de los novios). El triste fin de la noche, en el que Michael se despide de Justine, quien, en el lugar de los momentos felices, abandona el gran salón para pasear a solas o para tomar una ducha.
La segunda parte, titulada Claire, narra los eventos de la vida de Justine con su hermana, focalizando la dinámica familiar de Claire junto a su esposo, John, y su hijo pequeño, ante el avisoramiento de un planeta desconocido que podría colisionar con la Tierra.
Justine.
Justine está en el que podría ser uno de los días más felices de su vida. Sin embargo, no se siente satisfecha. La relación con su prometido es complicada y, en realidad, lo es con todos sus seres queridos.
Parece obligarse a cumplir con las expectativas de los otros; parece obligarse a no fallar y a ir en contra de su condición. Una condición anormal en términos psiquiátricos, debido a su padecimiento: la depresión clínica.
Aunque no obtenemos un background preciso sobre la vida anterior de Justine, sabemos que es capaz de ver más allá de lo que los otros son capaces. Sabemos, por un diálogo con Claire, que Justine fue capaz de adivinar el número de frijoles en la botella el día de su boda. ¿Será este, entonces, el motivo de su condición?, ¿un sentido premonitorio?, ¿la seguridad de que algo horrible pasará en el futuro?
Existe la posibilidad, al igual que existe la posibilidad de que esconde un miedo proveniente de la secuencia onírica con la que Lars von Trier abre, y en la que nos muestra a una Justine tratando de huir siempre con su vestido de novia, o dejándose llevar por la corriente de un río. Secuencia en la que Melancholia impacta con la Tierra.
A pesar de que sus padres la acompañan el día de su casamiento, ninguno de los dos presta atención cuando pide que la escuchen. La madre, por un lado, tiene una visión pesimista del mundo, en la que no hay lugar para el afecto o la compasión. El padre, mientras tanto, se desentiende de todo jugueteando, haciendo bromas, como un polo opuesto a la madre, pero que tampoco puede tomarse nada en serio.
Justine está sola con el único apoyo de Claire, quien a veces confiesa odiarla desde el falso entendimiento. Porque eso es lo que ocurre cuando no logramos entender a quien sufre: descalificamos su dolor, lo tomamos como algo personal y, en resumidas cuentas, creemos que es fácil salir de ello. Sin embargo, no se puede estar más equivocado.
La depresión de Justine le impide disfrutar de los instantes de felicidad comunes. Disminuye su deseo y apetito. La debilita hasta que no puede moverse y hace parecer que el levantar un solo músculo es una tarea titánica.
La mirada de los demás se posa sobre quien padece depresión como si se posara en ocasiones sobre un igual y en ocasiones sobre un extraño. Así, todos quienes rodean a Justine, preguntan frecuentemente si está contenta con lo que ha elegido (ya que sería insensato lo contrario); luego, desaprobando su comportamiento, sus frecuentes escapes y la expresión en su rostro, la miran como a un otro irreconocible: como a alguien que actúa en total desconsideración de los demás y echándolo a perder todo voluntariamente.
Cuando el planeta Melancholia aparece en el cielo de la Tierra, Justine experimenta una transformación. La máscara que utilizaba hasta entonces para mantener en bajo perfil su sufrimiento, termina por caerse. Justine acepta el final de su existencia y, con ello, que la tierra es malvada, que no hay razón para lamentarse de que todo así acabe. Y es que, esta afirmación, puede leerse en más de un sentido.
Podríamos creer que Justine se ha formado una idea bajo la influencia de la depresión de que el mundo es cruel per se, y de que tarde o temprano nos consumiremos los unos a los otros. Podríamos creer, por otro lado, que este alcance premonitorio que mencionamos antes ha revelado a Justine el camino que la humanidad inequívocamente toma, lentamente hacia su destrucción. Sea cual sea el dictámen, la respuesta que ofrece Lars von Trier es la misma: hay algo malo en nuestra naturaleza y en la naturaleza del mundo. Algo que no se equipara con la depresión o con cualquier condición clínica, sino con lo más primitivo y salvaje de nuestro ser.
Justine, por tanto, acepta el final de los tiempos y frente a él se desnuda (simbólicamente y en el film), reconociendo el final de la sociedad, de sus imperativos y rituales y, consecuentemente, el fin de su padecimiento como una maldición.
Claire.
Claire es la hermana mayor de Justine. Está casada y tiene un hijo pequeño al que observa con la mayor de las atenciones. En la primera parte de la película, se le ve como una mujer disciplinada, acostumbrada a seguir itinerarios al pie de la letra. Parece una mujer que se abstiene de mostrar sus emociones en demasía, reservándolas (algo que seguramente heredó de su madre).
Su preocupación por Justine es tal, que cuida de ella pese a la evidente inconformidad de su esposo.
Cuando el planeta Melancholia aparece, Claire también experimenta una transformación. La rigidez de su vida, así como su estabilidad, de pronto se rompen y encuentra que todo ahora es incontrolable. Tiene miedo de que Melancholia impacte la Tierra y más miedo aún de que todo lo que conforma su existir desaparezca en un abrir y cerrar de ojos.
Claire ignora que padece ansiedad (un trastorno de ansiedad generalizada) y Lars von Trier utiliza su personaje como vehículo para ilustrar en qué consiste.
El trastorno de ansiedad generalizada en Claire alerta sus mecanismos de defensa y le provee de una sensación de peligro difícil de calmar. Su adrenalina se extiende y su ritmo cardíaco se intensifica de tal modo que podría sentir el golpeteo de sus pulsaciones en el pecho. Asimismo, cree que su respiración falla, aunque, en realidad, no puede conducir correctamente la cantidad de aire que entra a sus pulmones, hiperventilándose. Teme permanecer en los espacios comunes que antes consideraba seguros, por lo que, ante la amenaza, elige evitarlos. Necesita asegurarse constantemente de que sus pensamientos están equivocados o de que son irracionales, motivo por el que recurre a su esposo (un amante de la astronomía) para que éste reafirme la idea de que todo está en orden.
En el caso de Claire, la máscara que lleva consigo no se destruye, sino que logra aferrarse a ella negándose al cambio, a la alteración de sus hábitos y de su vida, consistente en cabalgar por las mañanas y en el cuidado de su hijo.
A pesar de los esfuerzos de su esposo por tranquilizarla, ninguna prueba, por confiable que se asuma, resulta suficiente, ya que la ansiedad la devolverá al camino en el que sus pensamientos progresan hacia el miedo.
Lars von Trier nos muestra la soledad y la incapacidad de Claire de resignarse, incomprendida por Justine, quien al mismo tiempo la rechaza por su inocencia. Lo único que las une es el pequeño, ciego del sufrimiento de las hermanas, pero igualmente al borde del final.
Si bien no conocemos la relación de Claire con sus padres, podemos inferir la decepción que sintió la madre cuando contrajo nupcias. A través de un diálogo, sabemos que le consideraba una mujer sensible, hasta el día de su matrimonio. Podríamos imaginar a Claire siendo la favorita, lo que se traduciría en un alto margen de responsabilidad, estrés y, ulteriormente, en una exposición mayor a los efectos de la ansiedad.
Claire es, entonces, incomprendida por su esposo y por su hermana y, lo que es peor, ignorante de lo que su cuerpo y mente soportan. A diferencia de Justine, no acepta la destrucción de la tierra y, con ello, enfrenta una crisis que en otras circunstancias quizá nunca hubiera imaginado.
Conclusión.
Debemos entender que la depresión y la ansiedad pueden tratarse. Y que sus representaciones en los medios son vitales a la hora de comprender dichos padecimientos. En Melancholia, Lars von Trier recurre a una secuencia onírico-poética, sólo para luego explicarnos que, efectivamente, esta visión provino de un sueño. Su estilo de dirección, con remanentes del Dogma 95, produce un acercamiento al estilo documental en el que, difícilmente, el espectador nota un desarrollo demasiado forzado de las progresiones dramáticas, por lo demás, bien logradas.
Es necesario decir que en Melancholia no importa tanto el suceso catastrófico como la cercanía de la cámara en la vida de las protagonistas. Una cámara que siempre se mantiene coherente e imparcial (nuevamente gracias al correcto desarrollo temático) respecto del sufrimiento.
El mismo Lars von Trier escribió el guión de la película durante una difícil crisis depresiva, expresando algunas de sus inquietudes personales a través de las personalidades de Justine y Claire, con quienes se siente identificado pese a ser tan opuestas.
Melancholia, finalmente, no rechaza las provocaciones que Lars von Trier erige en otros de sus filmes, pero se mantiene ascética e intimista sin dejar caer la balanza de empatía hacia uno de sus dos extremos.
Por: Miguel Sandoval.
Recuerda que en No Somos Rockstars los jueves son de Cine, gracias a MIguel Sandoval, director y fundador de Revista Casantigüa. No olviden checar más de sus profundos análisis en obras del séptimo arte.
Muchas gracias, Ana Victoria M.S. Espero leerte pronto en comentarios.
¡Un saludo!
He leído tu blog, se me hace interesante, espero leerte m´s seguido por acá.