Con el pasado estreno de la nueva película de Guillermo del Toro, me he decidido a hacer un análisis de su gran obra, El laberinto del fauno.
En el centro de la Guerra Civil, entre los soldados de Franco y la resistencia española, se cuenta una historia fantástica: un cuento de hadas.
Ofelia y su madre viajan a un campamento, donde el Capitán Vidal las espera. La madre está a punto de tener un hijo, que, en palabras del mismo Vidal, heredará una España limpia.
Ofelia pronto descubre un laberinto, al que le advierten no entrar. En su interior, oculta el escondite de un fauno que la ha llamado princesa, y que le promete el regreso a su reino si sigue todas sus órdenes sin poner ninguna en duda.
El laberinto del fauno es una película que opone dos ideas maravillosamente. Por un lado, la inocencia en la niñez; el desentenderse de la realidad, aunque sea por un instante, y entrar a otro mundo, menos desorganizado.
En el otro extremo, la crueldad humana. El perseguir ideales destructivos, causantes de tragedias y catástrofes.
La realidad en sí.
El mundo de Ofelia está lleno de pruebas dictadas por un fauno, al que se une una pequeña hada como las que existen en los cuentos, que guía sus pasos hasta convertirle en princesa nuevamente.
El mundo del Capitán Vidal, personificado en antagonista, es el del honor de morir en el campo de batalla, tal y como los antiguos hombres hicieran para mostrar su valentía.
En el metraje coexisten dos historias también. Cada una, a pesar de sus coincidencias en temporalidad, conserva algunos de sus límites, lo que, sin embargo, lleva al espectador a preguntarse qué es lo que sucede verdaderamente y qué no.
Con un guión bien estructurado en sus tres actos, el director (también escritor y productor), crea este relato que por momentos se traslada a lo fantástico y por momentos a lo bélico.
La personalidad del Capitán Vidal, brillantemente interpretado por Sergi López, muestra a un personaje con motivaciones que van lejos de decantarse hacia lo insostenible. Su padre, un antiguo soldado, estrelló su reloj de bolsillo antes de morir, para que quedara fija la hora exacta y así, su hijo supiera que había fallecido como un hombre debía fallecer: defendiendo a su nación de los enemigos.
Por ello, encarecidamente desea que su hijo nazca varón, para que de esta forma herede el reloj de bolsillo y se sienta orgulloso de un padre que lo dio todo para que naciera en una España libre, según sus términos.
Es aquí, que lo político se enuncia en un discurso que no plantea una denuncia, sino, en el mejor de los casos, un reflejo preciso del ambiente tenso que se vivía en aquellos años.
En un mismo sentido, Mercedes (Maribel Verdú) y el doctor Ferreiro (Álex Angulo), están perfectos en sus roles secundarios. Mercedes como cuidadora de la casa en el campamento, como protectora de Ofelia y como mujer que se rebela contra Vidal; Ferreiro como médico que asiste a los enfermos y heridos en el monte: a los del frente de la resistencia.
Antes de morir, Ferreiro dice unas palabras que, a título personal, aún retumban en mis oídos:
(Vidal) ¿Por qué no me obedeció?
(Dr. Ferreiro) Es que, obedecer por obedecer, así, sin pensarlo... Eso sólo lo hacen gentes como usted, Capitán.
El actor inglés Doug Jones, especializado en mímica, fue el encargado de encarnar al Fauno. Asimismo, se le encargó el personificar al Hombre Pálido, cuyos ojos coloca en la palma de las manos y cuyo andar veloz destaca sus habilidades para alterar el movimiento de su cuerpo.
El fauno, es un súbdito de Ofelia/la princesa Moanna, que pretende abrir un portal para que pueda volver a su reino y ocupar su trono. Para ello, le entrega un libro que contiene instrucciones con las que hará posible el retorno, pero que, de no cumplirlas, verá impedido el regreso y será abandonada con los mortales.
La expresividad en el rostro de Ofelia y el tono de melancolía en su voz, hizo merecer a la joven actriz Ivana Baquero (de tan sólo 12 años) un gran número de reconocimientos, entre los que destaca el Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación en el año 2007.
A lo largo del proceso de dirección de actores, Guillermo del Toro cuenta que encontró un pequeño libro de yoga que ha utilizado desde El Espinazo del Diablo (2001) para enseñar a los niños a modular su respiración y entrar en el humor y las sensaciones que determinada escena exige.
En el apartado técnico, Del Toro demuestra precisión durante el rodaje gracias al magnífico trazo escénico que realiza, donde, a pesar de la gran cantidad de personajes que puedan verse en pantalla, cada desplazamiento es ejecutado perfectamente.
El arsenal del que dispone el director para filmar es amplio. Una gran cantidad de planos y movimientos distintos se suman a su maestría en el manejo de la cámara: planodetalles, acercamientos, tilt ups, cámara en mano perfectamente estabilizada y el uso de grúas.
En este sentido, la cámara se sitúa de modo que ligeros travellings posibilitan hacer transiciones de escena a escena, a través de muros y árboles, lo que ciertamente dota de coherencia y ritmo dichos cambios.
La experiencia de Del Toro se resume a un par de puntos notables: el primero de ellos remite a su educación en maquillaje y efectos especiales, bajo la tutela de Dick Smith, encargado de dichos departamentos en El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972) y Amadeus (Milos Forman, 1984), de quien adquiriera gran conocimiento, lo que lo llevó a crear Necropia, su propia compañía. El segundo punto, refiere a la admiración del director por Alfred Hitchcock, cuyo elaborado trabajo de preproducción y cuyo énfasis en la realización del storyboard y notas, fuera una influencia importantísima desde el principio de su carrera.
En lo referente al diseño de producción y al diseño de arte, con extrema paciencia el equipo desarrolló escenarios que provocaran en el espectador una sensación de realismo, para lo cual fue necesario poner en marcha largos días de trabajo en los que se dio vida al ferrocarril averiado que es asaltado por la resistencia.
El director ha dicho en entrevistas que es un fan de los decorados. Él mismo cree que nada sustituye o supera a un lugar real y que lo digital debe ser el último recurso. La paleta de colores fue elegida por Del Toro en compañía deEugenio Caballero, dividiéndose en dos caminos.
El de colores fríos. El que pertenece al campamento, a la guerra, al clima nublado y lluvioso de los bosques.
Y el de los colores cálidos. El que pertenece al mundo secreto de la princesa Moanna; el camino del cuento, de lo que nunca se nos revela si es auténtico o sólo un escape de Ofelia.
El compositor español Javier Navarrete fue el encargado de dar vida a la banda sonora de El laberinto del fauno. Su música, con una textura característica al igual que las que configuran al resto de la película, brinda una profundidad impresionante a la narración, destacando el tema que la nana de Mercedes cantaba para ella cuando aún era niña.
En sus distintas versiones, a varios instrumentos a lo largo del metraje, esta melodía es capaz de evocar emociones insospechadas, que presentan, nota a nota, la atmósfera entera que constituye el entorno en el que Ofelia crece y ha crecido desde la muerte de su padre.
Una atmósfera llena de nostalgia y de melancolía que sólo la guerra y el dolor podrían traer consigo. Una atmósfera que transforma la niñez y que obliga a dejar de creer en los cuentos de hadas, como ha sido el caso de Mercedes y de la madre de Ofelia.
Sin embargo, Guillermo del Toro cree todavía en los cuentos, y es por ello que deja escapar a Ofelia y a su hermano pequeño, pintando una puerta con tiza en la pared. Es por ello que su sangre, pura e inocente, abre el portal al reino en el que es princesa, aunque sea por unos instantes.
El laberinto del fauno es brillante. Una obra que todo amante del cine debe ver por su enorme calidad estética y narrativa.
Asimismo, es una lección para todo aquel que pretenda iniciarse en el camino del creador, del guionista y del que desea contar una historia con imágenes. Esta película es un ejemplo mayor de lo que significa trabajar con otros, de lo que significa comprometerse con un universo que a pesar de no ser el propio, conmueve y anima a formar parte de él hasta el final.
Por: Miguel Sandoval
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